La Asociación Chilena de Municipalidades (ACHM) y su crisis de representación


Hace poco, la Asociación Chilena de Municipalidades (ACHM) realizó su asamblea para elegir nueva directiva. Aunque desde hace mucho hay problemas y pequeños conflictos entre alcaldes, jamás se pensó que el resultado sería el quiebre total: los jefes comunales de la Alianza se retiraron y van formar su propia asociación.
El episodio, en todo caso, fue la gota que rebasó el vaso en lo que a representatividad se refiere. No sólo enfrentan los municipios una crisis en este ámbito -con la consecuente alta abstención de la elección pasada y alcaldes electos con pocos sufragios- sino que ahora sienten en carne propia lo que significa no estar bien representados o, en caso contrario, no representar adecuadamente a un grupo.
Hace tiempo ya que varios ediles se quejaban de que la asociación no los tomaba en cuenta.
Había, en el fondo, un cuestionamiento al verdadero sentido de la ACHM y a su intención de ser una alternativa a los gobiernos de turno y su modelo centralizador, sofocador y perpetuador de las desigualdades territoriales.
El quiebre, entonces, ocurre casi como consecuencia lógica de esta crisis que se venía incubando. Y supone algunas interrogantes. ¿Cómo van a ser capaces los municipios -en especial los alcaldes- de ofrecer una alternativa de desarrollo viable al país con tamaña falta de cohesión?
Lo único que logran las desavenencias es debilitar el relato político de que los municipios podrían cambiar el rumbo de la inequidad social si se les dotara de más recursos y atribuciones.
¿Podrá la asociación por separado hacer lo que no logró unida? La relación entre sus integrantes siempre fue de bloque a bloque. Sólo que ahora emergieron con fuerza los que pedían mayor presencia de independientes y partidos más pequeños. Si consideramos que hoy un 14% de las personas se autodefine de izquierda y un 17% de derecha, quiere decir que esta organización -en su relación entre mayorías- no llegó a representar más que al 31% de la población.
Dejó de lado, por lo mismo, a buena parte de los ciudadanos que construyen su identidad desde su relación con la comuna y el territorio más que por su tendencia política. Todo esto explica por qué la Concertación, con más alcaldes, exigió esta vez su derecho a quedarse con toda la directiva y por qué a la Alianza no le gustó la imposición. Fue una batalla de grandes.
Si el ánimo hubiese sido cimentar una asociación realmente pluralista, una solución podría haber sido compartir la testera cada dos años en vez de cuatro, con un período para cada conglomerado y el resto para repartirlo entre las nuevas fuerzas políticas que están oxigenando al país. Una asociación que sólo tiene miembros que piensan igual es más una barra de fútbol que un lugar donde se toman acuerdos.
Por Andrés Chacón
Ejecutivo, Instituto de Estudios Municipales, U. Autónoma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .